Archivo mensual: septiembre 2013

2.928 horas de Mario

   Sí, ése que empieza a reconocerse eres tú. Y lo mejor es que hasta ahora no has necesitado espejo. Créeme: esa ausencia de espejo es lo mejor de todo. Porque a veces, aunque no entiendas las razones, el cristal frente al que te encuentras acaba ofreciéndote una imagen mentirosa. Pasa a menudo, lo comprobarás. Pero por suerte, ya te digo, aún no sabes de la existencia de ese objeto.

   De momento esa «narracción» («narracción», sí) dividida en párrafos que es tu vida se encuentra en otro estadio. En el estadio primario, o ni siquiera. Si acaso, a ese primario, tendríamos que añadirle el prefijo pre, y entonces sí, ahí sí estas tú. Aún no has alcanzado ni a escribir una coma en tu «narracción». «Narracción», digo, porque actúas al tiempo que narras. Narras a la vez que actúas. Serás consciente de ello mucho más tarde. Ahora, por supuesto, no debes prestarle mayor importancia. Limítate a reconocerte, que ya es una empresa bastante costosa.

  Pero volvamos a lo que nos ocupa: Ser consciente de uno mismo por primera vez. Palpar cada parte de cuerpo. Saberse humano para empezar a conocerse. Esa sensación debe ser increíble, desde luego única. Y tú la estás paladeando en este preciso momento. Rozar, por ejemplo, las palmas rugosas de tus manos con ese peluche en forma de pulpo, o enredar tus dedos flexibles con el pañuelo azul que usas para quedarte dormido. Inconsciente aún de que esas dos minúsculas masas de piel y hueso terminadas en diez pedacitos alargados de carne y hueso habrán de servirte más pronto que tarde para llevarte el alimento a la boca. Sí, la boca. Verás que es otra palabra común con la que definimos a una de las cinco aberturas craneales con las que contamos lo que hemos acordado en definir como seres humanos. Aunque entenderás, poco a poco, que lo verdaderamente importante en lo relativo al cráneo (y, sobre todo, lo que él contiene) no es tener aberturas físicas, aquí lo imprescindible es tener aberturas emocionales: ser receptivo al mundo que te espera. Ver, escuchar, entender y empatizar. Esa es la apertura que de veras interesa. Empatía: No te olvides de guardar en el mejor lugar que encuentres esa palabra.

   Perdona, mejor sigamos centrados en lo físico. Entre toma y toma, entre sueño y sueño, entre risa y sonrisa, empiezas a reconocerte los labios (ya sabes, esos dos trocitos de carne estirados que dan forma a tu boca), la nariz (a la que andarás, quieras o no, pegado) lo que venimos definiendo como frente (que rascarás a menudo intentando encontrar solución a alguno de tus problemas), tu barbilla (otro elemento corporal susceptible de ser rascado para hallar respuestas), los mofletes (verás qué cantidad de buenos besos serás capaz de ir guardando en esa zona) o el pecho (sobre el que algún día, si quieres, tendrás tendido otro pequeño casi igual que tú, y al que contarás esta misma historia).

   Debe ser emocionante con tus 2.928 horas de Mario descubrirte el pelo (sabrás de él porque descansa sobre lo que antes ya dijimos que era el cráneo), los ojos (dos pequeñas esferas acuosas separadas apenas por centímetros y en las que seguramente, en pocos años, empieces a acumular secretos), agarrarte las orejas (otros dos apéndices que te servirán para escuchar la felicidad de la vida y sus penurias) y estirarlas. Mover distraídamente esas masas de piel y hueso, lo que ya te he dicho que hemos convenido en llamar manos, y alcanzar a rozar los laterales de la capota de tu auto que aún luce huérfano de caballos. Chuparte lo que hemos decidido llamar dedo, e imaginarlo como el verdadero paraíso. Porque sí, el paraíso, como el infierno, está aquí abajo. Y esto no lo digo yo, lo dicen los otros. No dejes que nadie te engañe, no hace falta escapar a ninguna parte. La verdadera aventura será aprender a distinguir uno de otro. Pero tranquilo, eso vendrá a partir de otro estadio, no ahora en este pre.

   De cintura para abajo, Mario, mejor no hablamos: la flexibilidad en este estadio no te alcanza si quiera a saber cómo sentarte sin apoyos y sin deslizarte hacia un lado, izquierda o derecha. Tampoco es necesario hablar ahora de eso. De izquierdas o derechas, digo. De momento tus movimientos (también los sociales) se limitan a todo aquello que se pueda hacer acostado, tumbado sobre la suavidad y la comodidad de un colchón que probablemente nunca más vuelvas a sentir tan placentero.  O quizá sí, solo tú lo sabrás.

   Y si me permites, un último consejo: no olvides, nunca olvides conforme vayas subiendo escalones, que esta vida que te acaban de regalar no es más que una suma de diferentes elementos en la que, al final, tú eres el resultado. Y siempre, un resultado distinto del resto. Verás que alucinante resulta vestirte con tu nuevo traje de persona.

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Postcard politics

   Disculpen si en mi vuelta a este espacio me coloco el disfraz de crítico de arte, de turista inteligente o de analista político. O incluso las tres cosas a la vez. Es un disfraz, ya saben, así que tampoco le concedan mayor importancia. Pero creo que debo pecar de aparentar lo que no soy para escribir este primer post de la nueva temporada. Ya ven, volvemos a este habitátculo que sigue parado a mediados de septiembre. Y nos encontramos con este primer texto que en sus líneas arrastra una última experiencia de mi efímero paso por Bruselas.

   Pero les decía que hoy merece la pena que me coloque ese traje de cualquiera de las tres opciones anunciadas más arriba para hablarles de algo que considero realmente interesante por lo sencillo, por lo práctico y por lo didáctico. Me pongo el disfraz porque para escribir sobre ello es necesario asumir el rol de especialista en arte y política. Y hasta donde ustedes y yo sabemos casi todos somos expertos en ambas materias. O quizá no.

   Les hablo, sin dar más rodeos, de ‘Postcard politics’, una exposición en la que de forma inteligente Künstler und Verantwortlicher (vuelvan, vuelvan a leer el nombre) mezcla el arte urbano y tan turístico de las postales con la reflexión política. La temática de sus creaciones es a la vez simple y contemporánea: el autor dibuja en sus cuadros-postales motivos y personajes satíricos que sirven para lanzar una crítica (acertada) acerca del daño que estamos provocando al medio ambiente, la incompetencia política, las verdaderas razones de la crisis o cualquier otro asunto de actualidad mundial y que, seguramente, le tiene a usted bastante cabreado. Tuve la ocasión de conocer esta iniciativa en el Halles de Saint Gery, en Bruselas: Un antiguo mercado del siglo XIX reconvertido desde hace años en bar, lugar para el recreo y centro de exposiciones. El sitio es uno de esos lugares que todo ciudadano pide por reyes a su Ayuntamiento, para que algún día éste consiga crear un espacio como ese en su ciudad. Un sitio delicioso en todos los sentidos.

Halles

   Pero volvamos a lo que hoy nos ocupa. El montaje expositivo del pintor residente en Colonia es exactamente así de sencillo: Durante algunas semanas los cuadros-postales creados por el artista alemán decoran la fachada de algún edificio de la ciudad (en este caso era el Halles de Saint Gery), al tiempo que en el interior del mismo se encuentran varios expositores de los que usted puede coger libremente algunas de las 22 postales creadas para este propósito. Y puede auto regalarse tantas como quiera. Es decir, puede usted llevarse a casa una o varias obras de arte a coste 0. Aunque no, no es a coste 0. Y ahí encontramos el elemento interactivo de la exposición, y el verdadero valor de la misma: A cambio, Künstler und Verantwortlicher le pide que al menos una de las postales recogidas la envíe a alguno de los grandes líderes planetarios explicándole sus reflexiones particulares y exigiéndole que tome medidas reales de una vez. Es decir, le pide que participe. Que se moje las manos. Que pinte usted también y sea activo. Que participe, eso sí, si es que de verdad quiere ayudar a cambiar las cosas. Es más, para que no tenga usted ningún tipo de excusa el propio artista le especifica en la cara de la postal en la que debe escribir sus líneas las direcciones de varios presidentes (no el español) con su código postal y todo.

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   Por cierto, en casa aún tengo una docena de postcard politics. Si lo desean, y no les pilla muy lejos de sus rutinas, pueden pasar por aquí. Si lo hacen les daré una para que, como yo, seamos algunos más los que les hagamos llegar nuestros buenos propósitos (en forma de rabia) a quienes dicen ser nuestros representantes. Aunque solo sea por ese manido derecho al pataleo. Aunque solo sea por darle una pequeña alegría a Künstler und Verantwortlicher. Aunque solo sea por completar esta perfecta esfera artística.

–** Crédito imágenes: postcardpolitics.org

–** Mira las postales aquí.

Más info: 

Postcardpolitics.org

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