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Postcard politics

   Disculpen si en mi vuelta a este espacio me coloco el disfraz de crítico de arte, de turista inteligente o de analista político. O incluso las tres cosas a la vez. Es un disfraz, ya saben, así que tampoco le concedan mayor importancia. Pero creo que debo pecar de aparentar lo que no soy para escribir este primer post de la nueva temporada. Ya ven, volvemos a este habitátculo que sigue parado a mediados de septiembre. Y nos encontramos con este primer texto que en sus líneas arrastra una última experiencia de mi efímero paso por Bruselas.

   Pero les decía que hoy merece la pena que me coloque ese traje de cualquiera de las tres opciones anunciadas más arriba para hablarles de algo que considero realmente interesante por lo sencillo, por lo práctico y por lo didáctico. Me pongo el disfraz porque para escribir sobre ello es necesario asumir el rol de especialista en arte y política. Y hasta donde ustedes y yo sabemos casi todos somos expertos en ambas materias. O quizá no.

   Les hablo, sin dar más rodeos, de ‘Postcard politics’, una exposición en la que de forma inteligente Künstler und Verantwortlicher (vuelvan, vuelvan a leer el nombre) mezcla el arte urbano y tan turístico de las postales con la reflexión política. La temática de sus creaciones es a la vez simple y contemporánea: el autor dibuja en sus cuadros-postales motivos y personajes satíricos que sirven para lanzar una crítica (acertada) acerca del daño que estamos provocando al medio ambiente, la incompetencia política, las verdaderas razones de la crisis o cualquier otro asunto de actualidad mundial y que, seguramente, le tiene a usted bastante cabreado. Tuve la ocasión de conocer esta iniciativa en el Halles de Saint Gery, en Bruselas: Un antiguo mercado del siglo XIX reconvertido desde hace años en bar, lugar para el recreo y centro de exposiciones. El sitio es uno de esos lugares que todo ciudadano pide por reyes a su Ayuntamiento, para que algún día éste consiga crear un espacio como ese en su ciudad. Un sitio delicioso en todos los sentidos.

Halles

   Pero volvamos a lo que hoy nos ocupa. El montaje expositivo del pintor residente en Colonia es exactamente así de sencillo: Durante algunas semanas los cuadros-postales creados por el artista alemán decoran la fachada de algún edificio de la ciudad (en este caso era el Halles de Saint Gery), al tiempo que en el interior del mismo se encuentran varios expositores de los que usted puede coger libremente algunas de las 22 postales creadas para este propósito. Y puede auto regalarse tantas como quiera. Es decir, puede usted llevarse a casa una o varias obras de arte a coste 0. Aunque no, no es a coste 0. Y ahí encontramos el elemento interactivo de la exposición, y el verdadero valor de la misma: A cambio, Künstler und Verantwortlicher le pide que al menos una de las postales recogidas la envíe a alguno de los grandes líderes planetarios explicándole sus reflexiones particulares y exigiéndole que tome medidas reales de una vez. Es decir, le pide que participe. Que se moje las manos. Que pinte usted también y sea activo. Que participe, eso sí, si es que de verdad quiere ayudar a cambiar las cosas. Es más, para que no tenga usted ningún tipo de excusa el propio artista le especifica en la cara de la postal en la que debe escribir sus líneas las direcciones de varios presidentes (no el español) con su código postal y todo.

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   Por cierto, en casa aún tengo una docena de postcard politics. Si lo desean, y no les pilla muy lejos de sus rutinas, pueden pasar por aquí. Si lo hacen les daré una para que, como yo, seamos algunos más los que les hagamos llegar nuestros buenos propósitos (en forma de rabia) a quienes dicen ser nuestros representantes. Aunque solo sea por ese manido derecho al pataleo. Aunque solo sea por darle una pequeña alegría a Künstler und Verantwortlicher. Aunque solo sea por completar esta perfecta esfera artística.

–** Crédito imágenes: postcardpolitics.org

–** Mira las postales aquí.

Más info: 

Postcardpolitics.org

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Panorámica veraniega de Bruselas

   Esta entrada no pretende ser una guía de recomendaciones sobre lo que pueden o no pueden visitar en Bruselas. De hecho lo que quiero retratar aquí a golpe de sumar vocales y consonantes no es más que un paisaje veraniego de la ciudad, un chequeo urbano muy elemental, básico y en absoluto radiográfico. Pintar también, por qué no, un paisaje de sentimientos y sensaciones encontradas en esta ciudad, corazón –dicen- del europeísmo. Vivir treinta días aquí no creo que dé para mucho más, pero sí para componer con letras (y alguna fotografía) apenas una imagen panorámica de verano, sin entrar en detalles.

«Bruselas es una ciudad con mucha diversidad tanto por su historia como por su cultura, con su carácter cosmopolita y sus diferentes barriadas, donde uno puede escuchar todas las lenguas que son fronterizas en Bélgica. Es, en resumen, una ciudad rica precisamente por su melting pot  y en la que, en general, no parece importar mucho el clima. No, al menos, si tenemos en cuenta que la ciudad, en su interior, está siempre en ebullición constante. Además, he podido constatar que Bruselas es una ciudad mucho más tranquila que París, con un ritmo más relajado, donde siempre hay una cerveza esperándote. La forma de trabajar es totalmente diferente a Francia, en un ambiente mucho más pausado y donde todo resulta muy cómodo. Para terminar tengo que decir que he sido extremadamente bien recibido por todos mis compañeros y me he llevado una sorpresa muy agradable por la hospitalidad y la amabilidad que han tenido conmigo. Estoy encantado de vivir en Bruselas: una vida nueva acaba de comenzar.» Alexandre Therond, 31 años. Vive en Bruselas desde hace un mes.

   Bruselas es para una parte importante de sus habitantes una ciudad puente, una ciudad de paso, una villa en la que la permanencia tiene fecha de caducidad, y eso se nota en las rutinas del día a día, esa sensación de estar de paso flota constantemente en el ambiente bruselense. Haber llegado aquí en verano tiene una ventaja enorme: ver el sol casi todos los días. Con cuantos he hablado desde mi llegada a la ciudad europea (belgas, franceses, ingleses y españoles en su mayoría) me han advertido: no te quedes aquí más allá de septiembre, no verás la luz en semanas. La ciudad, dicen, se queda suspendida en una especie de sombra invernal eterna, el semblante de la gente cambia, y el humor se tinta de color gris oscuro. Lo cierto es que sin sol y con lluvia la ciudad puede resultar ligeramente triste. Pero cierto es también que cuando las nubes se van y sale el sol el paisaje cambia radicalmente. Como un acto reflejo la ciudad entera se echa a la calle y lo más frecuente es encontrar la mayoría de plazas de la ciudad atiborradas de gente bebiendo cerveza hasta bien entrada la madrugada. Lugares como la Plaza Flagey, donde los días de calor puede verse otra situación curiosa: decenas de niños jugando con los potentes chorros de agua que, a intervalos, salen desde el suelo en una zona de la plaza. Un divertimento muy gracioso de contemplar porque los padres se lo toman como si llevaran a sus retoños a pasar el día a la piscina: pantalones de recambio, merienda, mochilas, artículos de playa… Toda la parafernalia de un día típico de playa, pero en mitad de la ciudad. Muy cerca de Flagey, apenas a 15 minutos subiendo desde la Chaussée de Ixelles, se encuentra el barrio africano del Matongé. La zona, obviamente, está repleta de comercios, restaurantes y habitantes africanos, la mayoría de ellos congoleños (venidos de la ex colonia belga), y en ella se pueden comprar todo tipo de productos de alimentación del continente negro, también pelucas, muchas pelucas. Quizá eso sea lo más curioso: ver tiendas enormes dedicadas exclusivamente a vender pelucas. Matongé cuenta también con su propia galería comercial. Pasear tranquilamente por ella es, de algún modo, como entrar en un centro comercial africano. Variopinto, desordenado, colorido y ruidoso a partes iguales.

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   Si seguimos de ruta por la Commune de Ixelles (Bruselas es, en realidad, una suma de 19 municipios en la que cada commune tiene autonomía propia) podemos llegar hasta Porte de Namur o Louise. Lugar para el shopping y sin mucho más que destacar. Pero Bruselas es más, mucho más que hacer unas compras de moda.

«No elegí marcharme de España, me echaron, por lo menos esa fue mi sensación, y todavía la tengo. Me fui enfadada con el país. Y aquí estaba Bruselas esperándome, o no, pero estaba. Gris y húmeda, negra a veces, pero casi siempre gris, porque aquí las noches no son negras, siempre hay nubes, no ves las estrellas, no se ve la luna… Bruselas tiene sus cosas que yo vivo como un regalo, como la magia de ir a clase de francés y encontrarte con quince nacionalidades diferentes. Esta ciudad te acoge como inmigrante, pero es duro. Capital de Europa y reina de las incongruencias, a veces me da la sensación de que, para algunas cosas, el tiempo se detuvo en los años sesenta en esta ciudad gris. Pero te acostumbras, y te repites que allá no hay nada, y lo corroboras con las noticias que llegan, e intentas adaptarte a las normas de este país, y empiezas a ver lo bueno de sacar la basura dos veces por semana, comer frits con moules, que no es otra cosa que mejillones con patatas fritas, o vivir en una casa compartida con cinco personas más.» Ana Patiño, 33 años. Vive en Bruselas desde hace año y medio.

  Bruselas es, por ejemplo, un crisol de músicas, una mixtura asincrónica pero perfecta en la que, sin ir más lejos, uno puede escribir este post a intervalos escuchando muy de fondo la música de Asaf Avidan, CocoRosie o Rodrigo y Gabriela. O descubrir grupos de jazz como Big Noise, con los que bailar contagiado de alegría hasta las tantas de la noche gracias al festival gratuito Brosella, celebrado en el parque de Osseghem y en un marco especial: en mitad del bosque, a apenas  10 minutos andando del archiconocido Atomium (edificio que recuerda el esplendor bruselense de la exposición universal de 1958), y en medio de un ambiente en el que familias enteras con sus niños se entremezclan perfectamente con festivaleros profesionales.

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   Otro pulmón verde fácilmente reconocible en mitad de la ciudad es el parque del Cincuentenario. Un jardín enorme y precioso en el que podrán ver en uno de sus extremos un gran arco conmemorativo, detrás del cual se encuentra la entrada a una exposición de coches de todas las épocas, pero también el museo militar. Éste último si les gustan las armas de todo tipo y los trasuntos bélicos es un prodigio. Pero lo más recomendable de todo es que suban a la última planta del edificio y salgan al exterior para contemplar una panorámica aérea de la ciudad. La entrada principal a ese parque está muy próxima a la barriada de Schuman, el conocido como barrio europeo porque allí están la mayor parte de los edificios comunitarios. Si se detienen en su parada de metro (líneas 1 y 5) verán desfilar por allí decenas de hombres con traje de chaqueta y mujeres con pantalones o falda larga. Poco más que añadir para ilustrar la seriedad y la poca alegría presentes en esta zona. 

«Bruxelles, ma belle….
Bruselas, o la amas o la odias o unos días la amas y otros la odias. La ciudad del contraste, del absurdo, del desastre… pero también de la alegría, el desenfado, la diversidad. Gris, fría, mojada, impersonal, esta fue mi primera impresión de la ciudad. No es un lugar fácil, se parece a una chica estrecha que intenta esconder sus habilidades o tesoros hasta que la persona interesada se los gane. Sí, eso es, Bruselas se hace la estrecha. Pero en cuanto consigues entrar en su mundo, cuando ella te abre las puertas y conoces todos sus secretos quedaras encantado para siempre. Los habitantes de la ciudad se dividen en unas cuantas tribus urbanas, las que mas frecuento yo, funcionarios europeos y bohemios de todos los tipos, aquí llamados bobós, que viene a ser traducido al español un hippie con pasta. También está la tribu de los becarios, que es bastante inmensa, la de los currantes de ONG´s con experiencia ya en el terreno pero retornados a trabajar en la base, entre muchas otras más… Toda esta gente conforma un verdadero meltin pot que, a mis ojos, llena de color la ciudad, de variedad, de riqueza. Un abanico de culturas del que es difícil escapar. En Bruselas, el mismo día puedes comprar en Turquía, cortarte el pelo en Marruecos, comer unas sardinas portuguesas, una buena birra trapista por la tarde, unas alitas de pollo en el Congo o una paellaca española en los «amigos de Aragón». A mi, Bruselas, me has ofrecido tanto que indudablemente siempre formaras parte de mí, allí donde esté me habrás ayudado a escribir mi historia. Bruxelles, ma belle…» Inés España, 32 años. Vive en Bruselas desde hace 7 años y medio.

   Bruselas, lo decíamos antes, es una ciudad que muchos consideran de paso. Aunque otros muchos foráneos la han hecho ya suya. Ejemplos hay por cualquier barriada y de todo tipo. Uno algo más singular puede ser el de Saint-Gilles, una zona plagada de estudiantes y en la que hay una fuerte presencia de españoles y portugueses que viven allí. Son tantos los inmigrantes de ambos países que incluso en una de las iglesias más importantes de la zona el párroco da sus misas en estos dos idiomas además del francés. Pero más que por lo católico, Saint-Gilles es un bendito paraíso por las fachadas de muchos de sus edificios en los que se puede ver una gran muestra de art nouveau, o por poder tomarse una cerveza tranquilamente en el parvis de Saint-Gilles.

  La ciudad guarda también -ya hemos nombrado antes algún caso- su espacio para la naturaleza y el bosque. Ejemplos encontramos, entre otros, el Forêt de Soignes, casi a las afueras y con unos tranquilos lagos en los que resulta obligado recrear durante largo rato la vista, o el más popular de la Bois de la Cambre, donde resulta bastante fácil perderse (con intención o sin ella) pero también encontrarse debido a la vasta extensión de bosque. Extensión vasta como la de este reportaje, que ya debería ir finalizando.

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   Bruselas es, como cualquier otra ciudad que no es la tuya, el escenario perfecto para echar la vista atrás y reflexionar sobre el microrrelato de tu vida. La distancia necesaria para encontrar, si buscas entre suciedad y bolsas de basura tiradas en mitad de la calle, nuevas ilusiones. Una excusa, también, para escribir otro capítulo más de esa novela siempre inacabada que se llama experiencia. Echar de menos, y echar de más mientras te cuelas en el tranvía y vuelves a sentirte de pronto un adolescente. Una salida de emergencia por la que escapar sin que el comandante haya dado aviso de un peligro inminente. Un motivo para la felicidad y la tristeza, aunque siempre como complemento circunstancial de lugar. Bruselas es, quizá como las bicicletas, solo para el verano.

-** Galería fotográfica en Facebook.

 Agradecimientos:

– Ana Patiño, Alexandre Therond, Inés España y Marta Patiño.

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Sin poesía no hay ciudad

   Una ciudad la construyen y definen quienes la habitan, quienes celebran y salvaguardan sus tradiciones, sus fiestas de guardar, los que hacen de sus espacios públicos (y privados) un punto de encuentro habitual, aquellos que disfrutan y sufren con su equipo de fútbol. También la poesía ayuda a crear esa identidad ciudadana, actuando como el cordón umbilical que alimenta nuestras rutinas urbanas. Eso es al menos lo que piensan desde Acción Poética Murcia. La “agrupación espontánea y enamorada” -como ellos mismos se definen- es, en sí, la franquicia cultural y regional de un movimiento global, el de Acción Poética, que arrancó hace 15 años cuando el escritor mexicano Armando Alanís decidió salir a pintar algunas paredes de Monterrey (México) con sus versos. Su idea no tardó en ser imitada, y hoy el movimiento cuenta con miles de seguidores repartidos por todo el globo, especialmente, Latinoamérica.

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Acción Poética Murcia nació justo cuando otros vaticinaban el fin del mundo: el 21 de diciembre de 2012. Y si anecdótica es esa fecha aún lo es más la de su primera pintada, 10 días después, el 31 de diciembre. Ese fue el día elegido para iniciar su andadura pintando en una de las paredes del espacio cultural Los Pájaros Ateneo Huertano el verso que mejor define el ADN de la agrupación: “Sin poesía no hay ciudad”. Y es precisamente en Los Pájaros donde nos citamos con ellos para charlar tranquilamente durante más de una hora. Hablamos con César Cerón, Luz Calero, Thaïs Matas, Santiago Martínez y Celes Abellón. A la cita vienen cinco, pero son varios más los que integran esta agrupación singular. Una agrupación que debe su nacimiento a las redes sociales Twitter y Facebook. Sin ellas, nos dicen, no habrían conocido el movimiento Acción Poética.  De hecho, es a través de una página abierta en Facebook como se organizan ahora, y en ella cuentan ya con más de 2.000 segudiores. Su estructura y su funcionamiento son sencillos: cuando tienen fecha y lugar para una pintada convocan a sus seguidores a través de un evento en esa red social. Y quien quiera puede apuntarse porque el acto es totalmente abierto. Nunca deciden de antemano el verso que van a escribir. De hecho, la frase la escogerá el dueño de la pared o alguno de los que acudan al evento. La idea, nos dice Thaïs Matas, es concebir la pintada como una herramienta “para crear belleza, para crear motivos que den que pensar a quienes la leen”, incluir la poesía en nuestras rutinas ciudadanas.

DSC_0985RsmY las pintadas, no crean, tienen su miga: Acción Poética Murcia, nos explica César Cerón, cuenta con una tipografía propia y exclusiva diseñada por una de sus integrantes, que ahora se encuentra trabajando en Finlandia. Cada letra para componer el verso se inscribe con pintura al agua (no plástica) sobre la pared con una plantilla, y lo curioso es que esa plantilla está hecha de radiografías desechadas y recicladas. Así, nos cuenta, suelen pintar esas letras con radiografías de cerebros o próstatas, lo que no deja de otorgar al asunto un trasfondo aún más metafórico, como si aprovechando esa excusa de la pintada se inscribiera sobre el mural muerto algo de vida y humanidad. La agrupación se autogestiona y cualquier motivo vale para ahorrar costes.

Consignas de Acción Poética Murcia:

–       Sólo se pinta con permiso del dueño de la pared.

–       No se aceptan temas políticos ni religiosos.

–       Las frases deben lanzar un mensaje optimista.

–       Los versos pueden ser de cualquier poeta o escritor, siempre que cumplan la tercera consigna.

   Por el momento, han pintado diez frases en diez muros de la Región. Desde las Torres de Cotillas al colegio público Virgen de Guadalupe, pasando por una pared de una pequeña empresa situada en la zona de las calderas (muy cerca de la estación de tren de El Carmen). Y es quizá esta última la que mayor trascendencia social ha tenido. Lo es, al menos, si consideramos que el locutor Constantino Romero apenas tres semanas antes de su muerte retwitteaba una imagen en la que se podía ver una de las pintadas de Acción Poética Murcia. En concreto, un verso que reza así: “Tengo un alma y está cargada.” 1.435 perfiles  retwitearon esa misma imagen, y otros 435 perfiles más la marcaron en favoritos. Precisamente ese verso está al lado de otra frase extraída de una canción del músico Paskual Kantero (Muerdo): “Regala de ti lo bueno”. Él es, de momento, el único murciano al que Acción Poética Murcia le ha rendido su particular homenaje en forma de pintada para la eternidad. Aunque a buen seguro no será el último.

DSC_1009RsmDe hecho este próximo domingo, 26 de mayo, la agrupación poética tiene una pintada programada en la calle Cánovas del Castillo. Será a partir de las siete de la tarde. Si se animan, ya saben, aún hay más de una pared inmaculada esperando a ser pintada con un verso que, tal vez, pueda ser alguno de los que usted recita, cada noche, en la soledad de su almohada. Será todavía más bonito si lo comparte con su ciudad.

— **Fotografías de Pablo Pintado.

–**Galería fotográfica en Facebook.

Agradecimientos:

Los Pájaros Ateneo Huertano

Acción Poética Murcia

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