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Equivocarse es acertar dos veces

   Dicen quienes entienden de la vida después de haberla leído varias veces entre líneas, que la experiencia es un grado. No hablan de certificados profesionales o formación superior, ni siquiera diplomatura. Un grado, dicen. Y vaya si lo es. Los que aún vemos desde lejos a esa amiga y parienta cercana de la sensatez, la experiencia, tenemos la suerte de comprobarlo a menudo. Es un grado con aspiraciones a máster doctoral. Y solo a base de tropiezos, caídas y reinicios lo puedes comprobar. Es así de simple.

   Por eso hoy sostengo sin base científica pero sí sentimental (de haberlo sentido en carne propia, nada de ñoñerías) que equivocarse es acertar dos veces. Y les explicaré mi teoría. El primer acierto no es más que el primer paso que uno da cuando enfrenta una decisión importante, busca otra forma de encarar el futuro. Les hablo del momento en que uno después de buscar consejo y analizar la casuística, los anhelos y cicatrices que dejará esa decisión, decide llevar a cabo un nuevo plan de vida (donde dice plan de vida pongan cualquier otra palabra y la teoría tendrá el mismo valor). Ese, sostengo, es el primer acierto, pues una vez se ha hecho el análisis necesario pesan más los pros que los contras. Las ventajas que los inconvenientes. Gana la felicidad a la tristeza. Y la decisión está tomada. El primer acierto es un hecho. Llevarás a cabo tu objetivo aún sin saber que después llegará el tropiezo, el momento de suspender el plan y emprender la vuelta. Asumir que has dejado cabos (muy cerca del cabo del fin de la tierra) sin atar. Y ahí ya vendrá el segundo acierto. La transición perfecta y necesaria en un proceso de certificación de tus dos aciertos.

   Ese segundo acierto viene definido por tanto por el momento en que, una vez acometido el plan, sentada la base y trajinado el grupo humano, aciertas a adivinar que la primera decisión no ha sido la más idónea. Que en el proceso de pesaje te han fallado los contrapesos. Que determinadas variables no han sido tenidas en cuenta. Que pisar el terreno, tocar la materia, preguntar en vivo y en directo siempre te da un plus de información desconocido hasta ese momento. Pero ese fallo en la cadena, esa no idoneidad de tu primera decisión no quiere decir que no fuera un acierto. En ese preciso instante, cuando tomaste la decisión, fue todo un acierto. Y ese valor no se pierde con el proceso posterior. Sumamos así dos aciertos: el de la primera decisión, cuando decides enfrentar el nuevo plan, y el de la segunda, cuando a sabiendas y conocidas otras variables optas por suspenderlo sin haberlo completado, porque tienes la certeza de que el futuro seguirá siendo niebla. Equivocarse, según esta teoría, es acertar dos veces.

      Y sí, es cierto, en medio de esos dos aciertos (uno al inicio y otro al final de la operación) queda el fallo que quizá para el pesimista sea el fracaso, el error humano,  la equivocación que resta crédito y deja sin sustento esta teoría. Pero no lo vean así, de algún modo no es cierto. En medio de todo queda la experiencia, que ya saben que es un grado. Así que al menos volverán a casa con otro título en la mochila. Y eso siempre reconforta el ego.

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