Archivo mensual: diciembre 2013

La T de habiTátculo

   Pues resulta que a estas alturas de la vida ya podemos ir diciendo que se nos está yendo por las cañerías el 2013. Ya ven. Seguro que el pasado 1 de enero, cuando estrenamos este año que se nos va de las manos, ninguno de ustedes imaginaba llegar así. O quizá sí. Quién sabe. En mi caso, al menos, me veía de otro modo. Fíjense que llegué a imaginar (iluso, en su primera acepción en el RAE, o quizá ilusionado, en su tercera acepción) que acabaría este año con algún trabajito. Pero bueno, no hemos llegado hasta aquí para hablar de negocios. Vayamos a la letra: a la T de habitáTculo. Este post, que pretendo sea breve, solo es una forma pequeña y sencilla de agradecerles muy mucho que durante los últimos 6 meses y pico se hayan decidido a pasear por aquí. De verdad. Creo que solo es posible entender un blog como una conversación. Si, por lo que fuera, este espacio digital se convirtiera algún día en un monólogo lo acabaría cerrando. Pero de momento me alegra poder decir que sois muchos los amigos que os pasáis por aquí. Hay incluso seguidores que no conozco que han decidido leer esta ventolera de optimismo escondido. Y, bueno, eso siempre ilusiona: Saber que lo que intentas comunicar, de algún modo, tiene su respuesta. Esa, ya digo, debe ser la base y la mayor potencialidad de un blog como éste. Y espero que dure lo máximo posible, porque les puedo asegurar que éste que tienen delante es casi el único proyecto con el que, de cuando en cuando, uno se siente satisfecho y completo.

   En estos 6 meses y pico este habitáTculo ha visto cómo se creaban 27 textos (28 con éste). Algunos, debo reconocer, auténticos ladrillitos que (intuyo) solo he disfrutado yo con su lectura (aunque, sobre todo, con su escritura). Pero es lo que tiene ser tu propio editor: solo tú decides de qué te interesa hablar. Y algunas veces compruebas, con datos, que lo que te interesa a ti no le interesa a la mayoría. Y eso de algún modo también es muy bueno. 28 textos. Ya leen. Y, de momento, sigo cumpliendo con ellos semana tras semana. El día del espectador (siempre los primeros minutos de un nuevo miércoles) ha dado de sí. Y si en el post inaugural de aquel 1 de mayo, día del trabajador, prometía incluir alguna entrevista o algún reportaje, al final he conseguido sacar cinco textos de ese tipo. Por aquí han pasado Paskual Kantero o Paco Nadal, de los que he procurado aprender con menos de una docena de preguntas. Y es que la entrevista solo tiene sentido si quien habla te da pequeñas claves o detalles para tratar de entender el día a día de esta vida que nos ha tocado vivir. El espacio analógico y digital ya está bastante completo de voces vacías como para seguir engordándolo desde aquí. Y, por cierto, esas entrevistas solo han sido posibles porque el amigo Pablo Pintado se decidió en su día a acompañarme para hacer unas fotografías que, creo, suponen el punto de apoyo gráfico perfecto para cuadrar y dar sentido al texto. Sin ellas (sin él) no creo que tuviese mucho sentido seguir haciéndolas. En cuanto a los reportajes (sencillos, y muy de andar por casa) también he conseguido editar tres: Sin poesía no hay ciudad, Panorámica veraniega de Bruselas y Postcard politics. Ya saben, la idea de este blog era hacer textos simples como el mecanismo de un botijo. Y ahí están esos tres reportajes que, para un servidor, han significado mucho. Primero, porque suponen levantar acta emocional de un determinado momento. Segundo, porque (como todo texto) supone también el reto de enfrentarte al espacio en blanco e intentar vencerlo a base de mancharlo en letras. Y ahí, creo, está la otra gran clave de éste blog: escribir-te como un buen ejercicio para seguir en forma. Continuar machacando el músculo para que no se atrofie.

   Y bueno, del resto, ya lo saben: algunos relatos y poemas, y mucha opinión. Así que para el próximo 2014 seguiremos por aquí porque esta conversación sigue viva. Es más, pretendo sumar a este blog un par de nuevos espacios que, creo, pueden resultar interesantes. Así, contaremos con nuevas categorías de textos para seguir siendo un hacedor de. Eso sí, será ya a partir del 15 de enero del ’14. De momento ahora toca poner en barbecho el blog y seguir justificando esa T de habitáTculo. ¿Nos leemos a la vuelta?.

blog en barbecho

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Periodismo y periodistas (serie de varios artículos: II)

   Permitan que, imbuido de algún modo por la cercanía de la falsa esperanza navideña, me salga este 11 de diciembre de 2013 un texto un tanto optimista. Por decirlo de un modo popular y por continuar dibujando esa estampa navideña, veo la copa de sidra medio llena. Y créanme si les digo que, en lo laboral, tengo muy pocos o ningún motivo para verla así. Ya les contaba hace apenas dos semanas hacia dónde creo que nos dirigimos profesionalmente muchos de los que nos hemos dedicado en algún momento al periodismo. También les explicaba allá por el mes de mayo cuando abrí este espacio 2.0 el escenario en el que andábamos metidos quienes (en algún momento de nuestras vidas) hemos comido de esto de contar historias de vidas ajenas. En cifras -que es siempre un recurso objetivo para testear la realidad- en aquel post del mes de mayo hablábamos de 10.081 puestos de trabajo destruidos (según el observatorio de la crisis de FAPE) en el sector de medios de comunicación. A fecha 11 de diciembre de 2013 hablamos ya de 12.010. Cada número, del 1 al 12.010, es una persona sin trabajo. Pueden descargar el documento completo si quieren ustedes comprobarlo. Inciso: Y eso que les prometí al comienzo del post ser optimista, pero ya ven, así cualquiera se pone a darle la vuelta a esa tendencia. Vamos a intentarlo apartando de un manotazo el precario escenario laboral y centrándonos en el periodismo en sí. En la prensa escrita. En lo que cuenta la letra. En el medio, sobre todo, digital. En el mensaje. En cómo se sostiene económicamente. En la forma de narrar la información general.

Los nuevos medios están sobreviviendo sobre

la base de un proyecto periodístico distinto

   Aquí sí. A partir de aquí pueden leer ya con una semi sonrisa optimista. A partir de aquí es donde podremos ver la copa de sidra medio llena. Esa última frase incluye también, nunca lo olviden, que aún queda otra parte de la copa vacía. Pero pongámonos en el lado de la esperanza y el optimismo semi ciego. Creamos en el cambio de tendencia periodística. Y no pretendo que esto sea un brindis al sol. Motivos, algunos pocos y gracias a profesionales valientes, creo que hay. Los van a leer. Éste, y solo éste, es el objetivo del post: brindar con una copa de sidra semi llena por el futuro del periodismo escrito. Desearle lo mejor, claro está. Pero para eso es necesario que dejemos a un lado los ejemplos de periodismo convencional que todos conocemos. Les hablo, claro, de los diarios con los que ustedes (y yo) hemos sido educados durante los últimos 30 años, léase aquí El País, El Mundo o ABC, por citar los tres más importantes (en cuanto a ventas se refiere) a nivel nacional. No nos ocuparemos de ellos. Vayamos mejor a los nuevos diarios que combinan la publicación digital (contenido online) con la publicación escrita (lo que los profesionales del marketing llaman comunicación offline), la mayoría de los cuales han surgido en medio de la zozobra de la crisis. Aunque hablar de nuevos es mentir, pues todos tienen ya una trayectoria vital que, en algunos casos, es de años y, en otros, de varios meses. Por tanto ya no es novedad. Muy al contrario, y de ahí la raíz positiva del post, están sobreviviendo sobre la base de un proyecto periodístico distinto, con diferencias evidentes con esos tres diarios que poníamos como ejemplo más arriba. Por eso, creo, merece la pena hablar brevemente de ellos. Me refiero a infoLibre, La Marea, El diario, Periodismo humano o, el más longevo de todos, Diagonal. Leerán y comprobarán si se deciden a hacer clic en alguno de esos enlaces que son todos diarios de inspiración progresista, con un marcado acento hacia una línea editorial de lo que, políticamente, ustedes y yo conocemos como izquierda. He buscado y rebuscado otros diarios, similares a los que cito como ejemplo, de inspiración conservadora o derecha pero mi búsqueda ha ofrecido un resultado desértico. De ahí la razón por la que solo cito esos. Créanme que he intentado por todos los medios equilibrar la balanza, pero ha sido un esfuerzo en vano. Quizá este post sirva para que alguien me abra los ojos y me descubra la existencia de esos diarios con una línea editorial distinta. Ya saben, es lo bueno del 2.0.: Todos podemos aportar.

Todos ofrecen como garantía de calidad que sus

contenidos no están sometidos a presiones de ningún tipo

   La diferencia entre estos cinco últimos diarios mencionados (infoLibre, El diario, La Marea, Periodismo humano y Diagonal) y sus primos hermanos tradicionales (El País, El Mundo, ABC) es, por un lado, que solo existen en la esfera digital. Es decir, si quiere usted leerlos tiene sí o sí que entrar en Internet, lo que ya está marcando una forma de leer la información: habituarse a una correa transmisora diferente a la habitual de ir al kiosco y comprar el periódico. Aunque esto no es del todo cierto, pues todos -salvo Periodismo humano– tienen su versión papel, normalmente una publicación editada mensualmente o cada quince días. Infolibre, por ejemplo, tiene la publicación mensual tintaLibre, uno de los mejores contenidos periodísticos, a mi juicio, que podemos encontrar hoy día. Pero la gran diferencia es la forma de entender el negocio periodístico. Y, por favor, quítenle a la palabra negocio todas aquellas connotaciones peyorativas que en este momento se puedan estar paseando por su cabeza. Ninguna de estas cinco publicaciones ve el periodismo como un gran negocio para conseguir un enriquecimiento monetario (al contrario que los diarios tradicionales, lo que constituye quizá la gran diferencia de base), aunque tampoco pretenden esconder que quienes trabajan en él quieren tener unos salarios dignos y poder vivir de aquello que mejor saben hacer. Pero, con todo, la mayor diferencia no es ni la forma de acceder a la información ni la visión del periodismo no como un negocio para enriquecerse sino como una verdadera herramienta de supervisión de cualquier poder (político o económico). La mayor diferencia es, precisamente, que todos ofrecen como garantía de calidad que sus contenidos no están sometidos a presiones de ningún tipo. Y dirán ustedes, ¿cómo es posible esto? Sencillo y básico: si una empresa quiere publicitarse en alguno de esos medios tiene que asumir, por ejemplo, que si algún día se viera implicada en una información perjudicial para sus intereses el medio no iba a obviarlo e informaría de ello. Si no se fían de lo que les digo pueden ustedes mismos comprobarlo visitando los diferentes medios y chequeando cómo se financian. Financiación que, por otro lado, también llega a través de la cuota que pagan los socios. Y esa es la cuarta diferencia: la posibilidad de hacerse socio (bien del formato digital, bien del formato papel, o ambos) o contribuir con una donación. En algunos casos, como el de La Marea, puede incluso hacerse socio cooperativista y participar de la toma de decisiones. Un paso más allá y otra forma de entender el periodismo y el servicio que éste cumple en toda sociedad que aspira (creo que lo justo es utilizar siempre ese verbo: aspirar a) a ser justa e igualitaria.

   Por cierto -y voy terminando que tendrán ustedes que ponerse a hacer otras cosas- que les venía a contar todo esto porque uno de esos diarios, Diagonal, está pasando una mala racha y necesita de nuestra ayuda. Con todo lo narrado y si de verdad creemos y queremos un periodismo distinto no estaría de más que, entre todos, le echáramos un cable aportando lo que podamos. El periodismo se lo agradecerá.

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En caravana

Primera sensación:

Sentías el olor a plástico húmedo en el filo de la nariz. Lo sentías nítidamente cayendo hacia tus labios y, en una primera inspiración de reconciliación con el mundo, lo sentías hasta colarse en tu boca. Era, éste, el preciso momento de abrir el toldo o avance que se encontraba delante de la caravana. Vacaciones de clase media-baja, viviendo ajenos aún a ese eslogan ficticio de “por encima de nuestras posibilidades.”

Segunda sensación:

Las albóndigas del tupperware. Las patatas fritas blandas, previamente cocinadas en casa. Esos guisantes perdidos entre salsa que, con dedicación y precisión de cirujano, ibas apartando de tu vista. El plato y el vaso, ambos de plástico duro, y rugosos. Ese olor, otra vez, a plástico nacional, aún no de importación de China. La cantimplora metálica, y el agua fresca con sabor a ricos metales. Comida sin tele, y conversación de las rutinas del día sobre una mesa coja, con algún punto perdido de fuga.

Tercera sensación:

La bicicleta rodando por el chinarro, levantando a cada pedalada pequeñas piedras grises que tropiezan alocadamente contra tus zapatillas de lona. En otras ocasiones, cuando regresabas de la playa, esas mismas piedras golpeaban contra tus chanclas y tu pie desnudo. El sabor del aire a tomate, mientras te acercabas por la carretera a una extensa plantación. El color cobrizo de las minas en el horizonte. La infancia retratada a cada instante.

Cuarta sensación:

La litera. El techo bajo, y esa extraña seguridad y cobijo que proporciona el espacio limitado, junto a tu familia. La respiración cercana de tu hermana. Los ronquidos de papá. Los sueños, entrecortados, de mamá. El rumor de las olas del mar y el silencio de la naturaleza viva a tu alrededor. Muchachos que jugaban a las cartas, y parejas recién casadas iniciándose, entre jadeos, en la nueva aventura de la caravana.

Oscuridad.

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